Llevo en mi retina aún al excombatiente del
Viet-
nam o del Golfo pasando como una exhalación en su camilla y me
contraría que mi perplejidad y su rapidez no me hallan permitido fotografiarlo; como pienso que mis lectores tendrán
dificultades para creerlo, opto por contárselo a mi hermana M-de gran y conocido juicio- a modo de prueba y ella se limita a preguntarme a dónde lo llevaban; no le sorprende demasiado que fuese conductor solitario de su
monoplaza ,sino mas
bien la dirección que llevaba, así que opto por contarlo.¿puede ser que condujese boca abajo porque si no no se pueden mover las ruedas y no por un tiro en el culo?
Nos sueltan en Canal
st. con varias recomendaciones:
ahí está
Chinna, regateen, compren, encontrarán falsificaciones buenas...
Nos dirigimos, obedientes, a una calle atiborrada de orientales y turistas. . Se nota la excitación y adrenalina en el ambiente. Todos cazando algo. A mi me caza un Chino, porque en mi inocencia, y ante su pregunta de si quiero comprar un bolso, le digo que no, que busco una mochila.
Prepara éste individuo un dispositivo inquietante: mira el reloj (ésto tiene mucho efecto en las cuestiones de suspense), nos pasa de chino a china, de esquina a esquina, de calle principal a secundaria, con paradas, susurros ,
walkie-tal. ...
Si no fuese
cutrecillo todo y ninguno
buen mozo, creería que estamos en una película de James
Bond.
Acabamos metiéndonos a la carrera en un
monovolumen - ¡ay insensatas¡-de cristales tintados donde nos amontonamos en cuclillas, junto a una joven misteriosa y montañas de bolsos.
La joven misteriosa suelta una
retahíla de nombres(se con posterioridad que se trata de "famosas marcas")y yo insisto, con gestos y
explicaciones, en que lo que quiero es una mochila.
Parece ser que mi
comportamiento no responde al de" la asidua a
monovolumen",que suele saber marca, modelo y estrellas que lo usan.
La joven se muestra disgustada y nos invita a marcharnos cosa que hacemos con agrado.
Sabiendo que entre mis
obligaciones está
comprar algo en N.Y. entro en una tienda ,
mercadeo y compro al
boleo un reloj imposible. Si,
realmente imposible.
Seguimos un rato por éste reino del todo a
cien, entre bazares, joyerías que parecen bazares, templos paganos en rojo y dorado- que lo mismo son restaurantes- bancos y gentes de todas partes comprando satisfechas, con su cámara, zapatos deportivos y aire sudoroso.
Saturada de información, imágenes,
paseos, chinos...llego a casa con la esperanza inútil del silencio.
Soy una turista carente de entrega y convicción.