Andando desde un metro-no me llevan en línea recta-aparece una zona encantadora y calmada ,con sus casitas bajas bien cuidadas,sus calles no excesivas, sus mercaditos ecológicos, flores en cubos de lata que parecen silvestres y no reconozco,señoras de todas las edades vestidas con nobles tejidos-nada sintético por supuesto-paseándose en el multicolor escenario(...me inquieta la duda de que lo sea)y caballeros con ramos para las que no están allí y que sin duda les esperarán con la mesa puesta sobre mantel de lino , vajilla completa y cubertería de plata.
Me voy metiendo en el papel .Mi guía y yo no desentonamos (ay¡ siempre la cámara que nos delata) y por un momento la película me seduce; yo no tengo una de esas casas, si compro las flores, las tendré que ir paseando todo el día y parecen extremadamente frágiles.
Las fotografío y envidio a partes iguales.
Mi guía no tiene dificultades en sacarme de éste entorno tan propio porque el brunch es tentación mayor.
Pastis está de moda, ya lo he dicho así que: lleno.
Pastis está en otra zona,en una especie de melé-cáos de naves industriales desvencijadas y modernidad confusas.
En realidad no es mas que un bar a la francesa con sus mesitas en el exterior, en que toda la gente tiene buen aire y las raciones son de camionero.
Me desalienta el tamaño de los platos. El revuelto debe ser de seis huevos, la taza de café es un cubo de playa...para mi que ésta gente debiera estar mas gorda.
Con el ánimo reconfortado y el estómago a tope, nos dirigimos al jardín de la High-line
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