Después de pasar por mi médico de cabecera que receta pastillas con gran facilidad, por un chino acupuntor de bata blanca y decrépita y sucia consulta, que me llena de agujas tras mirar con gran atención mis muñecas y me vende unas hierbas con las que hacer repetidos cocimientos y beberme el repugnante resultado durante días y días ;de leer en Internet y practicar los consejos de psicólogos, de hacerme una prueba del sueño-que confirma lo que yo había asegurado: que no ronco-llego al psiquiatra; el psiquiatra, a pesar de esa mirada profesional ,distante-dirigida a la pared de el edificio de enfrente,pared sin ningún interés palpable y que debe tener muy vista-,de esa postura de concentración: la mano apoyada en su cara, el codo en la mesa y una ligera inclinación de su cuerpo, entre concentrado y lejano, muy en su papel, también de bolígrafo rápido, y después de decirme que el cree en el psicoanálisis y no en los remedios químicos,me manda un remedio químico feroz que pone mis pulsaciones por las nubes y mi tensión enloquecida. Quizá no me he comunicado muy bién con él, no conozco el protocolo"psiquiatra", y como él está callado largamente, yo hago lo mismo mientras lo miro a la cara y él insiste en su pared. Esta visita al psiquiatra tiene además otras consecuencias: mi comprensivo marido me pregunta si estoy"del coco"y pierdo(no sólo yo) la confianza en mi sensatez.
Como digo, después de todo esto, intento volver a métodos menos molestos.
Empiezo por lo de no acostarme hasta estar casi dormida y aunque lo hago distraidamente, intentando disimular:el hecho de acostarme me desvela, el vaso de leche y los hidratos nocturnos le pasan a mi organismo totalmente desapercibidos, la ausencia de tele y radio me concentran en mi voluntad de dormir: tampoco duermo.
Paso a imaginar un enorme rebaño de ovejas que quieren saltar estúpidamente una valla en medio del campo, campo abierto. Para cuando voy por la séptima, ya mi cabeza, que es capaz de estar en dos sitios al mismo tiempo, ha tenido que irse a otros lugares de mayor interés y para colmo, ha imaginado que las ovejitas han decidido esquivar la valla y van cada una a su bola balando alegremente. Yo, que creo soy la pastora, las apoyo moralmente, pero aún así, decido volver al juego: las coloco todas a un lado-con gran esfuerzo y revuelo- y empiezo otra vez.
Las ovejas, la quimica, el chino, el psiquiatra, el ejercicio físico...fracaso tras fracaso.
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