Me endomingo con la ayuda del vestuario de mi guía, porque a lo que se ve, el River es mucho.
Fácil fácil no es llegar y por un momento estamos perdidas, yo adopto papél pasivo y me dejo llevar. Llegamos.
Entramos por un jardincito idílico y hasta cursi; lo tiene todo: muchas flores, cascaditas con sus pequeñas piedras de aristas suavizadas por un verdín de Nacimiento navideño, riachuelos minúsculos, arbolillos, caminitos serpenteantes...
No hay una sola hoja seca, una colilla, un papél; allí la vegetación sale con enorme contról, para intentar parecer naturál y por supuesto no conseguirlo. Me recuerda a los dibujos de los cuentos y especialmente a "mujercitas".
El recibidor es como una tienda de flores: rosas de grandes pétalos de un rosa empolvado, margaritas, dalias, orquídeas. Nos preguntan amablemente por nuestra reserva e inmediatamente somos acompañadas por un apuesto sajón a nuestra mesa. Ambiente silencioso, comensales educados que no muestran gran atención a su comida y miran lejanamente las aguas del río o los distantes edificios de la orilla derecha, tal vez la estatua de la libertad que se ve , a distancia, pequeña y reconcible; los que están acompañados llevan suaves conversaciones y todo resulta tranquilizador y amable. Las mesas están convenientemente separadas, los manteles blancos, la luz, natural, no deslumbra...
Aquí , o no llegan los turistas,o el ambiente los coharta.
Nuestro guapo sajón sólo nos atiende hasta que nos oye hablar en español que coincide con la llegada de un bullicioso grupo ,casi seguro que de Texas, que con risotadas y gritos aceptan todas sus sugerencias sobre champagne, ostras...y nos entrega en manos de un "panchito" tan eficaz como él pero mas féo y desagradablemente humilde: cabeza baja, ninguna sugerencia...
Y comemos un extaño menú de presentación moderna y cantidades antiguas(enormes)
Rarito: lubina con chorizo y gambas, pato con algo desconocido y aperitivos detalle de la casa; lo que ellos llaman"explosión de sabor" y encuentran muy atractivo
Nos damos un paséo por verlo completo y ¡alucina¡ quién sea el malnacido, consigue tener tomates en macetas que yo no consigo en tierra. Todo, absolutamente todo está cubierto de plantas...
A pesar de los enormes espacios de agua y rascacielos, los barcos mueven suavemente el agua, la ondulan en un vaivén hipnótico; los rascacielos se reflejan y duplican en su superficie tan perfectos como un dibujo arquitectónico y mágico. Me siento en espacio amigo, y, por un momento me doy cuenta de que tengo el organigrama de pardilla, de viajera de la 2, y que quizá aquí, en algún sitio, no habrá ruido de compresores, gentes sudorosas en el metro, portadores de bolsitas de papél con sus comidas rápidas...
Será un sitio en que las sábanas recién lavadas, ondeando al sol, tomarán su olor, volarán torpes las mariposas, los niños pasearán en bici, las mesas tendrán mantel, la noche será silenciosa y los perros no irán al psicólogo.
Y me reconcilio con el Mundo. El mundo es siempre y sólo lo que me rodéa, así es de comprender la relación compleja y agotadora que con él mantengo.
Cuando salimos, debajo del puente de Br. hay un mercadillo en la semisombra ,de tamaño reducido y del que me llevo varias cosas puestas.
Aquí volvería.
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