miércoles, 12 de agosto de 2009

Rooftop




Vamos camino de esa azotea de hotel que está de moda. Subimos en uno de esos ascensores que parecen parados y son como flechas, y aunque dude, estamos arriba
El suelo es de corcho negro un poco desguazado, hay plantas, sillas de madera y los espacios están compartimentados y a distintas alturas; como siempre en las cubiertas, hay depósitos rancios, compresores y otros objetos industriales que no parecen propios y que depende de dónde te sientes ,desaparecen
Nos sentamos en medio de personajes dispares; señoras vestidas como niñas antiguas, grupos de modernos, familias...¡es que esto tiene horas clasificadas, y estamos en meridiano¡, a la noche todos son de diseño..
Las camareras visten de luto riguroso y sobre sus enormes tacones, nos miran por encima pareciendo ignorarnos. Se arremolinan alrededor del único varón de servicio que parece insensible a sus risas, sus tonteos y sus incomparables arreglos personales,pero que no las anima en su cometido. Yo quiero mi mojito y las miro fijamente. Ellas pasean su palmito con las manos vacías y ausentes a ese público que las espera ansioso
Tras hacer gala de una paciencia que sólo justifica mi interés por mis vecinos, llega; claro, llega aguadillo y medio-medio. ¡Paciencia¡
Dado que en realidad hemos venido a ver anochecer sobre la ciudad y que sentadas no podemos, nos levantamos y lo vemos...bueno, bien..
Al salir, mi curiosidad me lleva a sortear una cuerda que a modo de barrera pretende impedir la entrada en los salones -evidentemente sin conseguirlo- , y desde ahí ,poniéndose el sol, la vista me maravilla, enmarcada en las grandes ventanas, la ciudad se ve tenue, suave, misteriosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Terraza 230 Fifth, donde las maravillosas puestas de sol y las modelo-camareras no atienden ni a la de tres!