Está el cielo plomizo. Anochece lenta, quieta, pesadamente. No revolotean los pájaros. Nada se mueve, no veo el oscilar de las palmeras, el vaivén ondulante del mar , el de las copas de los enormes eucaliptos que detectan cualquier leve soplo o las luces de algún coche moviéndose como una luciérnaga en las curvas lejanas de las calles serpenteantes.
Nada. Los perfiles se dibujan sin vida, sin aire.
En la irrealidad latente escucho a Batiatto con una copa de Rioja en la mano y recuerdo que hoy, ahora, hay fútbol y juega España.
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