Se me apodera el herpes labial, sabe cuando he callado ante el vecino canalla, cuándo he racheado mi coche, cuándo me he alterado...y ataca.
Me molesta notar la venganza del virus en mi cara y saber de su poder indiscutible sobre mi anatomía, su oportunismo vital que crece ardiendo y me señala la boca.
Intento engañarle diciéndome que son pequeñas cosas, naderías; pero él no se deja y me marca..
Así que, además de irritada, estoy muy fea.
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