La estética y el adorno son seguro instintos naturales en la humanidad. Intento zafarme de todo lo adquirido vía publicitaria y quedarme con lo primordial. Veo sin dificultad la belleza en edificios decadentes y viscontianos, en árboles añosos, en muebles desportillados por el uso y vida,; en objetos viejos.Cuando llego a los animales y no digo ya , a los humanos, me encuentro con un desagrado potente e incómodo que me obliga a retirar la mirada entre ofendida y molesta por los efectos secundarios de su edad.
No puede ser ninguno de los dos sentimientos, en mi código no encajan pero no se de ninguna palabra que se acerque mas.
Veo cuerpos que pasean por la playa, cuerpos desvencijados y colgantes, muecas de lo que fueron, arrugados, renqueantes, torcidos...y busco y busco la armonía, y no la encuentro.
Los ancianos se han rebelado contra la costumbre de taparse, cubrirse, esconderse y siguen, al paso que pueden (y con toda razón) de acá para allá. Soy yo la que lleva en el pecado la penitencia y no me puedo absolver porque aún con propósito de la enmienda, se que no puedo contra él.
A cambio del sufrimiento estético, mi gozo por la belleza es ilimitado.
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