Vuelvo a casa sin mayores dificultades y a pesar de ver varias llamadas perdidas, la cama me tira y hago caso omiso; pero suena para quedar a la tarde. Quedamos, no sin antes recibir instrucciones concretas que además me han sido dadas por escrito. Cuelgo y recibo otra llamada diciéndome lo que me ha costado...¿pero.qué es esto?...estoy segura de que no he llamado yo. Recapacito...estoy segura, no he llamado; por si acaso, lo mejor será descansar.
Descansar no es cosa fácil en N.Y., la ciudad suena de fondo como un motor constante, y, sobre él, las sirenas se acompañan de un rugido intermitente, corto y potente. Hay luz y no persianas. Creo que esta gente es estoica, los niños no lloran, las mujeres se alzan en tacones impensables, los varones van trajeados y etiquetados y, si es la hora de comer, llevan bolsitas de papel con su comida...
Descanso lo que puedo y luego concentro mi voluntad en arreglarme -no soy neoyorkina y ya he hecho muchas cosas a la mañana- pero tenemos ballet. Elijo en mi desordenada maleta algo que considero neutro(lo mismo pa un roto que pa un descosido)y guardo en mi mochila(mas pa un roto)los apuntes que esmeradamente me ha hecho la niña.
Llevo andando largo rato y cómo no veo nada parecido a la entrada de un metro digna, pregunto, estoy justo enfrente, entro, miro con atención lo de up y down y bajo al andén correcto.
La tarjeta no entra, bueno, si entra pero no dice go, así que un amable oscuro de aspecto peligroso me ayuda.
El paso de los 45º a los 18º me obliga a dedicar toda mi atención a equilibrarme en mis 36º, y para ello tomo asiento, asiento lejano al pequeño luminoso que indica dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos.
Estoy cómoda sentada y carezco de voluntad suficiente para levantarme. Ellos, de todas razas y mixturas, tamaños y decoraciones, parecen dispuestos a tirarse a mi asiento nada mas inicie la elevación. Van pasando las estaciones, se van bajando los mas claros(soy clara), luego los medianos, luego los mixtos y, poco a poco, sólo quedan oscuros.
Saco fuerzas de flaqueza -ya estoy a gusto a los 18º- y de la inquietante realidad de estar en la 116 cuando voy a la 42 y he debido salir de la 4.
No tengo esperanza de que ésto haga un extraño quiebro porque la realidad se impone, y bajo, y pregunto a una oscura de mandíbula prominente que se atrinchera en una caseta acristalada y me contesta ayudada por algún amplificador de feria; atronadora, bestial-
Me molestan los tímpanos y su expresión animal.Yo no entiendo nada, pero los demás ocupantes del andén, quizá acostumbrados,si.
Entonces, un grupito encabezado por una cubana madura de pelo gris, moñete y digno aspecto, y compuesto por sus hijas y yerno -deduzco yo- se acercan cariñosas, con su castellano amoroso y muestran su asombro por mi voluntad de ir a la 42 y estar en la 116: chicaa, sales, y cruzas- canturréan- y luego down, y te bajas pues en la Central ,chicaa, eso está fácil...
Salgo, cruzo y tiko...¡sorpresa¡ otra vez el grupo liderado por la digna cubana: ¡qué hiciste, otra vez acá,qué tan caro te va a ser, tienes que cruzar..¡ y entre ellos: acompáñala- no parecen tener prisa- y me acompañan a modo de escolta, a la derecha, abajo...bueno: ¡gracias de nuevo¡ muy amables...
Miro y si, pone down, voy a entrar y, ¡de nuevo la cubana¡ véngase, monte -veo claro que van desconfiando de mi capacidad- éste va mas rápido y nosotros entramos en él...
Me sumo al grupo, les digo lo obvio, que no entiendo de metros, y lo no tan obvio, que no soy tonta- de reojillo observo al varón del grupo reír con cortés disimulo, incrédulo.
Dado que nunca he tenido problemas con eso rectifico: bueno, la cosa es que no soy tan tonta como parezco.
Se deben bajar antes, y lo hacen dándome su bendición -seguro que necesaria- e insistiéndome :¡tu vas mirando y te bajas en la 42, estate atenta..¡
Me siento reconfortada por la bendición y la temperatura(de nuevo 18º) y saco el plano por primera vez, y, un chino -si que debo parecer mas tonta de lo que soy - se interesa por" mi problema"(no se si piensa que soy borde, autista o extranjera). Mira que son una raza silenciosa y críptica, pero se interesa.
A pesar de que creo saber dónde voy, y para no decepcionarle, le cuento mi problema (todo ésto en mi correcto inglés)y entonces, el que pone cara de poker y profiere sonidos inconexos es él.
Cuando le nombro el edificio Crysler- lo pronuncio de cuatro fomas diferentes- y no lo conoce, siento la superioridad y el triunfo en mi ánimo.
Estoy a punto de preguntarle si él tiene un problema. Chino no se, inglés, o él o yo tampoco. Mejor me callo...y pierdo la mirada en ese punto imaginario que recoge las de todos los pasajeros que no tienen un libro para disimular(nadie pasa páginas) y que evita que nos la cruzemos
Con mis gafas oscuras y de reojillo, veo al chino con la cara aviesa y enfadada, quizá simplemente estreñido, pero como ya he dicho, no puedo dar diagnóstico porque son crípticos.
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