Soy fumadora y tengo un colaborador necesario en tan reprobable condición que me extorsiona con un elevadísimo impuesto,me facilita la compra y me dicta normas -que varía cada cierto tiempo- y mientra criminaliza mi actitud alarga avariciosamente la mano.
Si no fuese el Gobierno, diría que es, por lo menos, tan culpable como yo.
Las drogas están mal vistas y si decidiesen hacer algo igual con la marihuana, todo el mundo se les echaría encima, pero el tabaco se ve que es otra cosa.
Me parece bien que lo prohiban , no me gusta el olor del tabaco fumado y hasta acepto el papel protector que paternalmente ejercen sobre mi, pero me cuesta comprender por qué permiten venderlo y sobre todo, por qué, el Padre Supremo y benefactor se lucra con mi desgracia.
¡Está muy feo¡
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