El debate me suena a trasnochado, tán lleno de tópicos y contradicciones desgasta con sus aseveraciones politicamente correctas y aburre.
Me entero hoy de que no se puede decir nunca que una mujer ha provocado a un hombre; decirlo es algo horrible que te puede señalar de por vida.
Soy mujer y se que puedo provocar a un hombre igual que a una mujer; provocar, alterar, enfadar, irritar...
O no soy mujer o no es verdad ése axioma.
Las mujeres hemos aprendido a defendernos con las armas del débil, armas muy elaboradas y complejas. Éstas armas existen. Son inmorales, son menos inmorales que el maltrato físico pero también hacen daño.
Adoptar el papel de corderillo indefenso no nos va a igualar. No mientras aceptemos el papel de santas, de entregadas, de madres perfectas, de admiradoras constantes de nuestras parejas, de cocineras, de débiles,de mantenidas, de reinas del hogar...
No mientras calcemos tacones para conseguir un andar frágil y quebradizo, nos operemos el pecho,nos pintemos la cara y las uñas para parecer inútiles para cualquier trabajo,queramos parecer desvalidas y utilicemos el llanto como medida de convicción.
Mientras buscamos la igualdad, nos dejamos mantener por nuestros maridos o exmaridos, dejamos de trabajar cuando tenemos hijos, hacemos discutir a nuestras parejas con los vecinos y si tenemos un problema conduciendo, él será quién salga del coche a defendernos, hacemos una tarta para recibir a la suegra, cuidamos de los enfermos y acompañamos al médico a los niños y adultos que hay en la familia, nos agotamos en nimiedades que nadie agradece ni pide. Luego nos quejamos tristemente .
El feminismo requiere una profunda revisión interna, una profunda voluntad de igualdad en la que no caben cupos ni benficios. Mientras llegamos a éso hay que protegernos con medidas que no nos rebajen, que no nos enfrenten...¡¡Ay la ministra y su ministerio¡¡
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