De veinte o treinta años para acá, los arquitectos parece que han decidido que a los pobres les gustan los colorines y si no, que les van a gustar.
Las barriadas de viviendas municipales o de zonas de urbanización nueva destinadas a ellos, se han llenado de vivos rojos, furiosos verdes y naranjas y azules chillones.
Sus paradas de metros se visten de azulejos de violento cromatismo -siempre mal colocados y muy caedizos-y hasta las residencias de ancianos van por éste camino.
Como no conozco sus gustos, no me siento muy capacitada para opinar, pero si miramos las casas pobres antiguas y actuales de los pueblos, dónde exista la autoconstrucción, es dificilísimo encontrar éstos tonos.
La imposición del colorín nos hace reconocer a simple vista las barriadas marginales; las zonas residenciales siguen siendo de materiales nobles vistos o de suaves tonos de tierras ocre, siena, cremas o blancas.
La estética de puzzle infantil a modo de lego inicial nunca es elegida para ellas.
Me pregunto si los arquitectos juegan sabiendo que pagará de todas formas el ayuntamiento, si los ayuntamiento creen que los pobres tienen el gusto sin desarrollar o si simplemente es una moda.
1 comentario:
Pija! Y a ver si pones alguna tilde, eh!
Love you!
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