Como todos los años, hacia en veinte de enero, los almendros están florecidos; unos rosados, otros como nevados de papel de seda blanco, cremas, malvas...
Este año, cerca de mi casa han muerto varios, árboles que he visto florecer año tras año sin cuidados, sin podas ni recolecciones. Otros están cargados de flores raquíticas.
Me conmueven los muertos y los enfermos y aún mas me conmueven los vivos resistentes al mundo-urbanización que los contiene.
Quedan como restos de lo que fue un cortijo grande en las laderas pendientes protegidas del norte por su orientación y del constructor por lo escarpado.
Aun así, melancólica, salgo a verlos y admirar su barroca belleza delicada.
1 comentario:
Que buenas todas las fotos...
Parece que no son los unicos que sufren...
Publicar un comentario