Ha hecho un día luminoso y fresco. He paseado por las calles del centro llenas de gentes alegres; turistas venerables con sus cámaras en ristre, italianos alborotados ,negros de andar cimbreante y elástico, mamás con sus niños, cocheros con caballos enjaezados de vivos colores, gorrillas rápidos sorteando el tráfico, músicos con sus corrillos de entusiastas, hombres-estatua, acá un Neptuno con algas caedizas y tridente en ristre, allá un hombre-piedra que pasa de la inmovilidad absoluta a un movimiento mágico de cámara lenta, una sirena brillante y plateada, un demonio con todos sus atavíos...
Sin destino ni objetivo concreto, he llegado al mercado de Atarazanas, recién abierto, pletórico de colores, movimiento,olores y sonidos ; a pesar de la belleza he salido en pocos minutos aturdida. Imposible fijar la mirada ante éste el baile desordenado y bullicioso.
Otra vez en la calle , atraída por una mezcla de aromas, olfateando el aire denso y perfumado, he llegado a una tienda de especias abarrotada de gentes compradoras de todo tipo de hierbas y semillas ; gentes del Mercado, flacas naturistas, gordas a por el elixir de la delgadez, creyentes todos en la confabulación multinacional contra sus remedios por bien de la economía.
A pesar de los consejos de un dependiente y una clienta, salgo sólo con te blanco y verde envueltos en papel marrón y vendidos al peso...bueno, también un poco de pimentón de la Vera.
De allí al café Madrid por gracia de sus churros y chocolate como de hace años, decoración de pueblo de los cincuenta, camareros rápidos y eficaces, no muy limpio y siempre lleno.
Llego a casa tan iluminada como el día.
Sin destino ni objetivo concreto, he llegado al mercado de Atarazanas, recién abierto, pletórico de colores, movimiento,olores y sonidos ; a pesar de la belleza he salido en pocos minutos aturdida. Imposible fijar la mirada ante éste el baile desordenado y bullicioso.
Otra vez en la calle , atraída por una mezcla de aromas, olfateando el aire denso y perfumado, he llegado a una tienda de especias abarrotada de gentes compradoras de todo tipo de hierbas y semillas ; gentes del Mercado, flacas naturistas, gordas a por el elixir de la delgadez, creyentes todos en la confabulación multinacional contra sus remedios por bien de la economía.
A pesar de los consejos de un dependiente y una clienta, salgo sólo con te blanco y verde envueltos en papel marrón y vendidos al peso...bueno, también un poco de pimentón de la Vera.
De allí al café Madrid por gracia de sus churros y chocolate como de hace años, decoración de pueblo de los cincuenta, camareros rápidos y eficaces, no muy limpio y siempre lleno.
Llego a casa tan iluminada como el día.
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