viernes, 7 de mayo de 2010

Colas de supermercado

o de aeropuerto, o de cualquier otro sitio.
Creo que éstas situaciones se dan en cualquier circunstancia en que espero a "que me toque", a que me toque la vez ,y estoy rodeada de personas que hacen lo mismo.
Miro las distintas filas antes de posicionarme y eligo ,indecisa y sopesando, cual me conviene. Cual será la señorita eficaz, dónde estarán los ciudadanos mas pesados, ancianas que no encontrarán el dinero, señoras cuya tarjeta no pasará, jóvenes con niños que se escaparán, olvidadizos que descubrirán a última hora que necesitan pimienta, que casualmente está en el último pasillo a la derecha...
Me sitúo inquieta en una que siempre resulta la mas lenta porque aún no domino los imponderables: no tengo cambio, este recipiente está roto o no he pesado las manzanas; así que me da tiempo a analizar la situación.
Delante tengo parte de los modelos tradicionales: madre que lleva bebé en su carrito y le habla de forma artificialmente cariñosa recriminándole, mientras mira de reojo, alguna pequeña travesura. Se que espera , en su reojo, miradas llenas de envidia y admiración. Señora de cuatro por cuatro con su gran compra , bolso de marca y gafas de sol que interrumpe su descarga de provisiones para atender el teléfono que le requiere constantemente, jovencillos bulliciosos con sus botellonas, señorita muy "aliñada" que adopta actitud de modelo de pasarela y se distancia espiritualmente de ése lugar tan poco glamuroso...
Todo va muy lento. Quiero salir. Se me han quitado las ganas de estudio de campo y me empieza a doler la espalda.
Como siempre, llega una madurita muy jaleada y fresca que pide al que está mas cerca de la cajera que le deje pasar porque tiene prisa y lleva poco.Le deja.
Yo también llevo poco y no le he dado permiso. No es que tenga prisa, pero allí no pinto nada.
Me irrito. Bueno, siempre estoy irritada en las colas; creo que se debe a la cercanía con desconocidos en posición de no hacer nada,o nos hacemos los autistas y nos observamos disimuladamente o nos exhibimos; algo parecido a lo que ocurre en los ascensores dónde nadie sabe qué mirar salvo el guapo de turno que espera envanecido ,ser mirado; a la ocupación de un espacio excesivamente cercano donde el de atrás te toca con su carro, el de delante te oye respirar y hueles su colonia.
Ésto no me pasa en el coche, dónde ni el listillo de turno me altera, y es que allí estoy en mi mundo , no me tocan, no les huelo, no les oigo...
Cuando por fin consigo poner mis cosas en la cinta, si la cajera se pone a hablar con su compañera, podría pegarle.
Yo intento poner cara "de maja" pero estoy segura que destilo otra cosa.

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