No es que no tenga nada que escribir sino que de tantas cosas que me bailan no se cual elegir.
Es septiembre, septiembre gris y vuelta al trabajo tambien gris.
Miro a mis compañeros nuevos y me debato entre la melancolía que me da la reiterada decepción de otros antiguos y la esperanza del milagro que nunca me abandona.
Miro a mis "superiores" tan empeñados en el pequeño cumplimiento de normas restrictivas, de burocracia esteril, de órdenes estrictas y tan alejados y descreidos de la esencia de un trabajo que debería ser inteligente.
Miro a mis alumnos con cariño e interés, mis alumnos que me enmudecerán de tanto hablar, me desesperarán de repetir, me aturdirán y mantendrán mi interés hasta el agotamiento.
Se me acerca desde el primer día el que quiere atención porque está muy mimado o nadie le hace caso; el que busca pasar desapercibido ,agacha la cabeza y rehuye mi mirada; el chistoso hace una gracia, el pelota admira mi forma de dibujar en voz alta, el sobrado me mira displicente, la presumida deplora el estado de mi pelo, el infantil añora "una maestra-madre" y alguno parece darse cuenta de qué pienso y me sonríe cómplice.
Mi trabajo nunca será completo ni habrá recompensa; bien o mal hecho mi sueldo será igual, mi reconocimiento social, mis expectativas...
Año tras año...
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