La tristeza es un estado corrosivo y egoísta. Engulle, contagia, ensucia y se apodera de todo dejando a sus alrededores inactividad y amargura.
Como serpiente al acecho se retuerce en movimientos imposibles, se alimenta a si misma con comidas del pasado, con la memoria de la pena, engorda , pesa, aplasta.
Nada es bastante para ella y así, cuando por alguna razón se olvida y alguien es capaz de abandonarla,aparece una vergüenza inexplicable que reconduce inmediatamente hacia ella en un movimiento opresivo y enfermo.
Dicen que es creativa y de éso estoy segura, los artistas la usan constantemente porque , en contraposición, la alegría lleva al movimiento y al disfrute; la energía vital se asemeja a la de los cachorros saltando, corriendo, husmeando sin otro motivo que el puro existir, lleva a la satisfacción por el aire, el sol o la belleza y no se entretiene mas que en el placer de sentir; ausente de pensamiento , no es productiva; sin embargo,la bondad no existe para el doliente, no es artística, no es televisiva, no conmueve.
Llevando al extremo el razonamiento, la tristeza es mala; mala porque nos hunde y nos ensucia, mala porque nos concentra, mala por adictiva e incontrolable, mala por destructora...
Volviendo de la compra, dos torcaces juguetean delante de mi coche, decelero, y juntas se elevan sobre mi parabrisas. A contraluz de anochecida rosada, suben ligeras y posan su ingravidez y poesía sobre una rama retorcida. Sonrío tontamente y movida por un misticismo esteta, le doy con entusiasmo a "recordar".
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