Casi todos los días pasa algo que me bloquea. Ayer el episodio fue sangriento, si, literalmente sangriento. Salía yo en mi coche a las tres del mediodía, con hambre y abotargamiento intelectual y vi un remolino extraño de niños , varios ensangrentados y muchos riendo. Todos alumnos.
Como en tal situación no distinguía bien la realidad de la ficción, frené lentamente hasta situarme enfrente. Los angelitos empujaron a uno que tenía nariz, boca y barbilla chorreando rojo vivo hasta la ventanilla del copiloto de mi vehículo, y yo me estiré hacia ella ofreciéndole mi ayuda.
Mientras, continuaban las risas y el movimiento de hormiguero de montañas de adolescentes que, ante el espectáculo, habían olvidado sus prisas, sus mochilas, sus chaquetas... y disfrutaban del jolgorio.
El lesionado me miró un momento indeciso y después, en un movimiento inesperado ,elevó la barbilla y en desplante torero ,con el revés de su mano, me largó un chorreón de sangre que manchó puerta, aleta delantera, capó y parte de mi persona mientras decía :¡déjame en paz¡ y con aire enchulascado y flamenco , mirando al tendido, se alejó ufano y crecido.
Sobrepasada continué mi camino lentamente mirando por el retrovisor y con una extraña inquietud que me duró toda la tarde.
Como era de esperar, hoy he tenido que oír a una madre decir que abandoné a los niños cuando me necesitaban.
Los niños son muy fuertes, la sangre muy roja, la escena muy tensa .No soy mas que una catedrática sin ninguna cualificación en temas de seguridad ciudadana y bloqueada.