domingo, 15 de agosto de 2010
La señora Mojama y la Porrona
La primera dama de U.S.A.ha estado por aquí. La primera dama es una jaquetona de reluciente tez oscura, pequeña cabeza,andar de zapato plano y sonrisa franca.
Su visita ha sido un éxito a decir de los interesados en turismo de la zona y esteticamente un horror sin paliativos.
La señora no ha tenido a bien ,además, saludar a sus espectadores que a modo de bienvenido mr. Marshall, jalonaban sus circuitos ávidos del espectáculo que la envolvía, como en romería andaluza, sudorosos, con escasa vestimenta, bebidas y comidas en cajas refrigeradoras y mucha alegría, daban trabajo a sus guapos escoltas incapaces de comprender la distancia requerida.
El "olor" de multitudes debía ser notable.
La dama paseaba, comía helados, compraba ropa...todo como cualquier veraneante sin inmutar el gesto. Las autoridades querían fotografiarse con ella .Actores de Hollywood confiaban en que fuese a sus fiestas benefactoras.
Sólo la Porrona consiguió todo ésto, y cobrando.
La Porrona es un gitana del Sacromonte, abuela de clan, solidamente natural y libre de cualquier complejo.
Bailó para ella junto con sus calós, consiguió que se arrancase en algún movimiento, que dado el tamaño y falta de gracia de la "gran dama",tuvo que ser digno de verse y luego , a voces, que es la forma de que te entiendan los extranjeros, le dijo:¡¡ tú, aquí, Granada, Mojama¡¡, entiendes?, y repitió: tu Mojama aquí.
A no dudar, la "gran dama" tuvo que quedar desconcertada porque ni el traductor sabía que no se refería al alimento salado sino al marido (Obama).
Vista la falta de protocolo y gran naturalidad del paisanaje, cuando llegó al palacio de verano de nuestros reyes acompañada de su niña ,a la que toda Andalucía llama Chacha con aclaración de que no se trata de su chica de servicio sino de su hija, niña disfrazada de haitiana colorista, con tutú fluorescente y camiseta de rotulador señalizador, se negó a cumplirlo aún contando con las nada sutiles indicaciones que le dió el Rey, y así, la gran dama reclamó que en la fotografía apareciese su retoño. Y claro, apareció.
No se qué habrá contado a su vuelta ni qué le movió a venir, un arcano imposible.
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