Tengo un tedio invasor, triste, pesado solitario, reflexivo y embotado.
Diéz días de escayolada, semiparalítica-inadaptada en que el techo de la habitación, la tele, los libros y la torpeza afectivo-doméstica de mi marido me hartan.
Me quedan otros diéz de espera, de diálogo visual cada mañana con la aguja que debe perforar mi tripa y que, carente de valor como estoy, se convierte en una acción epopéyica ajena a todo mi espíritu de conservación propia.
Eso, estoy enajenada o quizá tan enmimismada en éste presente absurdo, que no me gusta; que no me gusto.
La tristeza se me hunde en el estómago, y no es una tristeza digna, generosa o universál. Es mi pequeña tristeza.
La famosa adversidad, la que dicen que" os hace fuertes", no me crece, me deshace:
la escalera, precipicio de sudores malolientes, el baño imposible con muletas, las comidas repetidas, la cama deshecha, las almohadas sin mullir...y yo misma incapaz de controlar mi pequeña higiene confortable y cotidiana.¡Dificil mantener la dignidad¡
Habrá otros días...poseida por el presente, no puedo creer que salga de éste aeropuerto demoledor y que no aparezca de nuevo "delayed"en mi diagnóstico.
Y estoy sóla, quizá tan sóla como siempre.
...el teléfono a ratos me consuela